4.25.2012

El Zapa Trío

La zapada era esa reunión donde varios músicos de rock, podían improvisar con sus instrumentos, en busca de experimentación y tal vez de nuevas melodías. Es casi probable que la etimología del término aluda a la zapa, esa herramienta de campo, que rompe la tierra para amasar algo nuevo, como también puede ser que algo tenga que ver con el eximio rocker estadounidense Frank Zappa. Lo cierto es que la zapada formó parte integral del inicio de la cultura del rock.



En Berisso allá por el ’70, se formó el Zapa Trío, integrado por “Memo” Manso en guitarra, Edu Manso en bajo, y el “Bochi” Antonelli en batería. La idea era en primer lugar la búsqueda y la experimentación en un marco de libertad, no homologable al caos. Las influencias eran fundamentales, lo que ellos escuchaban asiduamente: Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Frank Zappa, Deep Purple. Por otro lado tener conciencia de los límites que implicaba hacer este tipo de música en el Río de la Plata: saber que los equipos y los instrumentos nunca iban a poder estar a la altura de lo que se jugaba en la Europa de entonces. El desafío era hacer “con lo que hay” lo más digno posible, y con marcas bien locales.
La presentación inaugural fue en el Cine Teatro Victoria de Berisso el 25 de noviembre de 1970, ante una nutrida concurrencia, esos que ya nos movilizábamos para ver bandas de rock y coleccionar vinilos, y que sobre ese interés común comenzábamos a encontrarnos seguido.
Los hermanos Manso, luego formarían parte del Sol de Barro, y hasta hoy están ligados a la música, mientras que el Bochi Antonelli, hoy es uno de los más reconocidos ingenieros de sonido de la región.

4.24.2012

La vida es una herida absurda, y es todo tan fugaz… Pinchevsky y el tango

De Pinchevsky es conocido su ingreso mítico al rock, allí en los inicios de los ’70, formando parte de la Cofradía. Todas las historiografías y relatos aluden a su anterior faceta como músico clásico: Conservatorio, Orquestas Sinfónica, Municipal y de Cámara de la Universidad Nacional de La Plata, pero poco conocida es su incursión en el tango desde su edad adolescente. Pin con catorce años ya recorría con una orquesta típica, los clubes de barrio de La Plata, Berisso y Ensenada durante los bailes de carnaval. El compás del 2 por 4, no fue algo transitorio, ni un accidente, sino una marca que el violinista le dio a toda su obra, no solamente por sus melodías, también fue un compadrito del rock, un “Pollo Ricardo” de la psicodelia.


En su obra hay algunos pasajes muy bien definidos: en Europa integrando Gong, esa increíble banda de jazz rock progresivo, en el disco Shamal de 1976, se puede escuchar una composición llamada Cat in Clark Shoes, un tema que arranca con una impronta bien jazzistica, y que en un punto se transforma en un tango bien canyengue, donde por lo bajo se escucha recitar al violinista: el gato en los zapatos de Clark, era el gato del arrabal que vio llegar a la morocha por el empedrado.
Allá por el ’95 cuando grabó su “Pinchevsky con la Samovar Big Bang", hay dos temas: Adiós Nonino de Piazzolla, y una versión tanguera del estándar de jazz:   "Goodbye Pork Pie Hat " de Charles Mingus y que luego fuera rebautizado como "Theme for Lester Young", y que para la versión pinchevskiana podría haber sido el Tema para el “Polaco” Goyeneche, tal es así que Pin recita ahí La última curda de Troilo y Cátulo Castillo, aludiendo al cantante.
Tuve la oportunidad de presenciar algún tiempo antes de su inesperada partida, un espectáculo propiamente de tango hecho por él solo. A media luz, haciendo frasear un nostálgico violín y recitando, uno de sus fuertes, Pin hizo bailar a las parejas presentes. El comandante fue sin dudas un rocker del arrabal.

4.11.2012

Saludo intergaláctico


Corrían los primeros días de marzo de 2002. Hacía poco más de una semana que con varios amigos y vecinos, habíamos recuperado un viejo club barrial de Berisso, para ponerlo en marcha como un espacio abierto, con un fin principalmente cultural. Había muchas ideas dando vuelta y con un lugar como ese era posible llevarlas adelante, y eso es lo que en el “Honor y Patria” fundado en agosto del ‘45 se sigue haciendo hasta la actualidad.

Por aquellos días se acercó Nancy Geymonat, con la intención de realizar algunos talleres en el club, entre ellos: artesanías y velas. Nancy me comentó que su compañero seguramente se interesaría en hacer muchas cosas en el lugar, y cuando le pregunté quién era, me respondió: Jorge Pinchevsky. Ni le pregunté qué quería hacer, sino que desde ya podía hacerlo. Nancy me respondió que Pin nos esperaba en su programa de radio por FM Difusión, al otro día, y ahí fui lleno de entusiasmo. Caminando hacia la emisora recordaba a aquel violinista de la Cofradía y de la Pesada de Billy Bond, a quien había visto y escuchado allá por los primeros ’70, incontables veces.

En la radio, Pin me dijo hablemos al aire, y que ahí le cuente la idea y el proyecto que teníamos. Eran esos raptos horizontalistas de un viejo anarco hippie formado en la contracultura, y como esa onda me iba, aunque no fuera idéntica a la mía, acepté el juego. Luego de relatarle lo que ya estábamos haciendo, y responderle algunas preguntas, Pin se comprometió al aire, en participar de la movida del club.

Al otro día junto a Nancy se arrimaron, y les presenté a otros de los integrantes. Allí el violinista, agasajó a todos con su saludo intergaláctico, que consistía en dar la mano de una forma diferente, incluyéndonos de hecho en su constelación. El comandante intergaláctico ya era parte también del proyecto.

Comenzó a dar clases de violín, guitarra, bajo y canto. La mayoría de los pibes del barrio se sumaron a sus talleres, y ya proyectaban grandes bandas de rock.

Recuerdo que en su primera clase enseñaba a interpretar con la guitarra aquel legendario tema de Tanguito: Amor de Primavera, una muy bella composición realizada en dos tonos. Pin no solamente enseñaba música, sino que también les hablaba a los pibes sobre la cultura del rock, y eso era un plus que hacía diferencia.

Se nos ocurrió realizar todos los viernes por la noche, un ciclo de charlas sobre la historia del rock argentino. Ahí Pin contaba historias de los primeros tiempos, pasaba música y también tocaba el violín. Lamentablemente no hay registros de todo aquello, ya que hoy sería un material impagable. Pin tampoco tenía precio, aunque por aquellos tiempos viviera con mucho menos de lo justo, aislado en Berisso, de un movimiento que tras casi cuarenta años de existencia por aquel entonces, no pudo dejar de reconocerlo tras su inesperada partida.

Para nosotros era un genio al alcance de la mano, en la cotidianeidad, y como tampoco contábamos con recursos, ya que lo nuestro era a puro pulmón, siempre nos quedó alguna deuda pendiente, más en lo simbólico que en lo económico propiamente dicho. El club era propiamente autónomo, no dependíamos de nadie, cosa que nos acercaba más a los grupos piqueteros de entonces que a cualquier gestión estatal. Este espíritu también lo atraía más al comandante, y cuando le hablaba a gente que se acercaba les decía que estábamos construyendo poder popular, y relataba cuando con los demás integrantes de la pesada del rock, asiduamente concurrían a la parroquia del Padre Mugica en la Villa 31, y se ponían a zapar.