4.11.2012

Saludo intergaláctico


Corrían los primeros días de marzo de 2002. Hacía poco más de una semana que con varios amigos y vecinos, habíamos recuperado un viejo club barrial de Berisso, para ponerlo en marcha como un espacio abierto, con un fin principalmente cultural. Había muchas ideas dando vuelta y con un lugar como ese era posible llevarlas adelante, y eso es lo que en el “Honor y Patria” fundado en agosto del ‘45 se sigue haciendo hasta la actualidad.

Por aquellos días se acercó Nancy Geymonat, con la intención de realizar algunos talleres en el club, entre ellos: artesanías y velas. Nancy me comentó que su compañero seguramente se interesaría en hacer muchas cosas en el lugar, y cuando le pregunté quién era, me respondió: Jorge Pinchevsky. Ni le pregunté qué quería hacer, sino que desde ya podía hacerlo. Nancy me respondió que Pin nos esperaba en su programa de radio por FM Difusión, al otro día, y ahí fui lleno de entusiasmo. Caminando hacia la emisora recordaba a aquel violinista de la Cofradía y de la Pesada de Billy Bond, a quien había visto y escuchado allá por los primeros ’70, incontables veces.

En la radio, Pin me dijo hablemos al aire, y que ahí le cuente la idea y el proyecto que teníamos. Eran esos raptos horizontalistas de un viejo anarco hippie formado en la contracultura, y como esa onda me iba, aunque no fuera idéntica a la mía, acepté el juego. Luego de relatarle lo que ya estábamos haciendo, y responderle algunas preguntas, Pin se comprometió al aire, en participar de la movida del club.

Al otro día junto a Nancy se arrimaron, y les presenté a otros de los integrantes. Allí el violinista, agasajó a todos con su saludo intergaláctico, que consistía en dar la mano de una forma diferente, incluyéndonos de hecho en su constelación. El comandante intergaláctico ya era parte también del proyecto.

Comenzó a dar clases de violín, guitarra, bajo y canto. La mayoría de los pibes del barrio se sumaron a sus talleres, y ya proyectaban grandes bandas de rock.

Recuerdo que en su primera clase enseñaba a interpretar con la guitarra aquel legendario tema de Tanguito: Amor de Primavera, una muy bella composición realizada en dos tonos. Pin no solamente enseñaba música, sino que también les hablaba a los pibes sobre la cultura del rock, y eso era un plus que hacía diferencia.

Se nos ocurrió realizar todos los viernes por la noche, un ciclo de charlas sobre la historia del rock argentino. Ahí Pin contaba historias de los primeros tiempos, pasaba música y también tocaba el violín. Lamentablemente no hay registros de todo aquello, ya que hoy sería un material impagable. Pin tampoco tenía precio, aunque por aquellos tiempos viviera con mucho menos de lo justo, aislado en Berisso, de un movimiento que tras casi cuarenta años de existencia por aquel entonces, no pudo dejar de reconocerlo tras su inesperada partida.

Para nosotros era un genio al alcance de la mano, en la cotidianeidad, y como tampoco contábamos con recursos, ya que lo nuestro era a puro pulmón, siempre nos quedó alguna deuda pendiente, más en lo simbólico que en lo económico propiamente dicho. El club era propiamente autónomo, no dependíamos de nadie, cosa que nos acercaba más a los grupos piqueteros de entonces que a cualquier gestión estatal. Este espíritu también lo atraía más al comandante, y cuando le hablaba a gente que se acercaba les decía que estábamos construyendo poder popular, y relataba cuando con los demás integrantes de la pesada del rock, asiduamente concurrían a la parroquia del Padre Mugica en la Villa 31, y se ponían a zapar.