11.29.2011

Don Cornelio y la Zona

Una vitrola agogó, tocando y tocando, pozo guerrillero irascible, bombardeando bombardeando. 

Eran mediados de los ochenta y tal vez lo que alguna vez se había llamado rock, ya no era igual, no era lo mismo, casi no quedaban rastros contraculturales y lo underground parecía haber descendido muchos más metros debajo de la superficie, de lo que hubiera sido normal. La banda de Don Cornelio por ese tiempo entraba en la Zona. 

En la Maniac Mansion, el meteorito púrpura se estrella en tierra y con malvada inteligencia es capaz de hipnotizar a los personajes, pero también de destruir la lúgubre casona. La Zona (Stalker) es un sitio posapocalíptico donde un meteorito había arrasado lo que quedaba de una civilización extraterrestre, y donde un cerco militar impedía la entrada de cualquier visitante, ya que quien ahí entraba no salía más, y tal vez porque la Zona, tenía la capacidad de hacer cumplir los más oscuros deseos de quien allí incursionara. Don Cornelio entró en la Zona, con un rock de estilo grunge muy marcado, y diferenciado de lo complaciente de la música de los ochenta. 

Lugarteniente cabizbajo, doctor en medicinas, experimentando cuerpos, comidos por escarabajos, un anaquel con escalpelos sin sangre, y dentaduras postizas arriba: tazas de te chino, una azucarera misionera, un pericuerpo de luz, es el cuadro de coruro, que murió duro y no pudo evitar el pavor. 

La metáfora de Don Cornelio examinando el pozo guerrillero, y bombardeado, era realmente significativa, y tal vez escalofriante. Una vitrola agogó, tocando y tocando, pozo guerrillero irascible, bombardeando bombardeando.

11.27.2011

The Power to the Soul


Hoy cumpliría 69 años y ya hace más de 40 que es un mito. James Marshall Hendrix falleció a los 27 igual que Robert Johnson, aquel bluesman que muchos años antes había hecho un supuesto pacto con el demonio.
Mi historia con el blues y con el rock comenzó cuando a los 16 años escuché a nuestro trío Manal, y digo nuestro porque a ellos les debemos que el blues haya entrado al Río de la Plata, y nos haya abierto a conocer lo que sucedía en otros lugares, ya desde hacía bastante tiempo, con esta melodía atrapante.
Fue ahí donde uno pudo conocer a John Mayall, a Cream, a Fleetwood Mac, a Ten Years After, a Canned Heat, y a este genio zurdo que empuñaba su viola Fender de una forma milagrosa. Por aquel tiempo recuerdo que dudábamos entre quien era mejor, como si se tratara de una competencia, en la ejecución del instrumento de seis cuerdas, si era Eric Clapton o era el negro Jimi. Era la época del vinilo, y además donde no llegaban a esta parte del mundo todas las producciones que uno hubiera querido, sino solamente algunas que nos apurábamos por adquirir. Banda de Gitanos fue una de mis grandes adquisiciones, ese tremendo recital en vivo donde Hendrix mostraba no sólo talento con la guitarra sino principalmente por crear una atmósfera cargada de soul, plagada de ritmo y color. A mi particularmente me pasa que hay músicas que las escucho en color, y con Jimi Hendrix siempre me sucedió eso.
Woodstock ´69 en su versión fílmica debe haber sido algo que los de mi generación vimos muchísimas veces, y ahí cuando uno podía ver y escuchar a este genio de la guitarra, casi sobre el final de la película, los sonidos que sacaba del instrumento rayaban con el delirio.
Sin dudas Hendrix constituye una marca, de las más significativas, de un tiempo que ya de por sí, fue tremendamente singular, y tal vez irrepetible.

11.09.2011

Robert Johnson y el diablo, entre el 27 y el cruce de caminos



"I went down to the crossroads, fell down on my knees.
I went down to the crossroads, fell down on my knees.
Asked the Lord above for mercy, "Save me if you please."


De tanta casualidad reiterando el estribillo, de tanto repetirse una cifra, las cosas pierden su razón azarosa y se convierten en emblemas causales, y en señales de que algo que está más allá de nosotros, va tornándose cercano sin perder su halo mítico, y por qué no su existencia mágica.

En una seguidilla casi fatídica que se extendió por dos años precisos, fallecieron Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, el primero el 3 de julio del ´69 mientras que el último el mismo día, pero de 1971. El común denominador fue que todos ellos tenían 27 años, convirtiéndose esa edad en una marca del ocaso casi sacrificial de talentosos músicos del rock y del blues. Muchos años después a la misma edad fallecieron Kurt Cobain y recientemente la vocalista Amy Winehouse.

Allá por el año ´71 me había comprado un álbum de los Stones que no recuerdo ahora como le habían traducido el título, pero que en el original lleva el nombre de Get Yer Ya-Ya's Out! The Rolling Stones in Concert, un disco espectacular de la banda en vivo, donde se notaba mucho la influencia de su nuevo y blusero guitarrista Mick Taylor, quien reemplazaría a Brian Jones, con apenas 18 años y que provenía de los legendarios Bluesbreakers de John Mayall. Mucho rocanrol, pero en un momento irrumpía la voz de Mick Jagger entonando un viejo blues de nombre Love in Vain, que sorprendía gratamente. Ese tema era un clásico del género y su autor había sido el legendario Robert Johnson, tal vez uno de los más grandes emblemas míticos de la música que naciera en el delta del Mississippi, y justamente hablar de él es lo que me propongo habiendo hablado de los fatídicos 27, ya que el bluesman también había caído casi trágicamente a esa edad.

Robert Johnson había nacido en 1911 en el pueblo de Hazlehurst, y a los 20 años radicado en Robinsonville, escuchaba a los intérpretes de blues más conocidos de entonces como eran Son House, Willie Brown y Charley Patton, y también se animaba a emularlos, aunque nadie tuviera para con él demasiada consideración, y fue así que un día tomo su guitarra y se alejó para dedicarse a recorrer distintos poblados, para tocar en las esquinas, pasando la gorra, y con más suerte en los bares o en los honky- tonks cercanos a las plantaciones de algodón.

Dos años después regresó a Robinsonville, y ya no era el mismo, se había convertido en un guitarrista inigualable que con las cuerdas bajas marcaba un walking bass hipnótico y le agregaba el slide con el que daba la sensación de que la guitarra gimiera. Nadie podía creerlo y fue así que comenzaron las diversas conjeturas, como que había tomado clase de algún eximio intérprete del instrumento de seis cuedas, pero la que cobró más fuerzas fue sin dudas aquella que decía que Robert había pactado con el demonio, en un cruce de caminos. En ese cruce y donde los caminos se cortan había que llevar la guitarra y estar en el sitio preciso antes de la medianoche, y tocar algo, “Un hombre grande y negro irá hasta allí, cogerá tu guitarra y tocará para ti, hará sonar tu canción y te devolverá la guitarra” haciendo que el aprendiz sepa todo lo que necesita para tocar.

Solamente hay dos fotos y 29 canciones de Robert Johnson, y hasta algunos dudan de que haya existido. La leyenda cuenta que murió envenenado por el dueño de la taberna donde tocaba, ya que éste suponía que Johnson mantenía relaciones con su mujer, y por esta razón le convidó con una botella whisky impregnada de estricnina. Tenía 27 años…