5.29.2012

Coleccionistas de discos de rock


Después de más de 40 años volví a ver Vargtimmen (La hora del lobo), una película de excepción del notable cineasta sueco Ingmar Bergman. Una verdadera obra de culto, que en aquel tiempo pude verla en el viejo cine Cervantes, de la calle 51 e/11 y 12. Viene a cuento porque fuimos junto a un compañero del Colegio Nacional, Fernando San Andrés quien además de saber mucho sobre cine y literatura, era un gran coleccionista de discos de rock. Gracias a él con apenas 14 años uno ya conocía bandas inglesas desconocidas, como The Dave Clark Five o bandas suecas como Ola & The Janglers. Aún no había desembarcado por esta parte del planeta ni el hard rock, ni el rock progresivo, que serían las marcas ineludibles de los primeros años setenta.
Desde una visión estrictamente reducida podría verse al fenómeno del rock solamente como un simple género musical, pero en aquel tiempo iba de la mano de diversas expresiones estéticas de vanguardia, y ser un adicto a esa nueva cultura emergente implicaba no solamente tocar un instrumento, sino ser parte de otras formas, tales como escribir en ciertas publicaciones underground, organizar recitales, y sobre todo coleccionar discos, que luego se intercambiaban con los pares, ya que uno solo no podía tener todo, y ya era cada vez más lo que había para escuchar. Un precursor como Carlos Mariño organizaba reuniones para deleitarse con discos importados, los cuales eran bastante difíciles conseguir, y de esta forma se podía escuchar los largas duración de Procol Harum o la primigenia discografía de Deep Purple.
Cuando comienzan las revistas especializadas como Pinup o Pelo, uno iba a descubrir una cantidad de grupos extranjeros que por acá ni siquiera habían sido nombrados.
El que escribe también fue un coleccionista, y de esos que por largas horas se ponían a buscar en la disquería. Debiera haber sido por el ’71 cuando en un negocio próximo a la estación de trenes apareció un LP de Eric Burdon & The Animals grabado en vivo en 1965, una verdadera joya que estaba en oferta. Sin dudar un segundo la obra fue comprada, y presta para ser compartida. Todo esto también era parte de la cultura del rock. 

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