Jorge y su padre el tranviario Jaime |
El nombre de Jorge Pinchevsky está asociado a un tiempo
mítico de la historia del rock argentino, por haber sido su primer violinista,
y por haber formado parte de legendarias agrupaciones como fueron La Cofradía de la Flor Solar y la Pesada del Rock and Roll
liderada por Billy Bond. Menos conocida es su trayectoria en el exilio europeo,
y la de sus últimos años cuando parecía haber ingresado en el olvido de todos
aquellos que a principios de los ’70 lo tenían como a un ícono de la música
progresiva local. El encuentro de Pinchevsky y el rock no fue convencional, no
fue el del joven que se inicia en la ejecución de un instrumento musical; fue
el de un músico experimentado y fogueado en diferentes estilos, a pesar de su
juventud, que al descubrir lo nuevo que emergía le aportó un plus incomparable.
Jaime Tito Pinchevsky era un joven anarquista rosarino que,
allá por los ’40, decidió buscar fortuna en La Plata. Junto a Sara,
su mujer, y al pequeño Jorge, hijo de ambos, que había nacido en 1943 también
en la Chicago
argentina, se instalarían en una vieja casa situada en Diagonal 74 y 57. Allí,
Jaime, tras conseguir trabajo como conductor de las líneas 5 y 25 del tranvía,
sería padre de dos hijos más, Eduardo y Carlos. Este último es quien contó una
cantidad de historias con las cuales este texto comenzó a tejerse.
Tito tenía muchas lecturas encima y era un apasionado por la
música clásica. Mientras manejaba el tranvía, una vez fue sorprendido cerca de
la parroquia del Sagrado Corazón silbando el Ave María de Schubert por el
párroco Roberto Lodigiani, quien posteriormente, además de arzobispo, fuera el
fundador de Cáritas. El futuro monseñor no podía creer que un tranviario
conociera esa melodía, y tras conversar entre ellos entablaron cierta amistad,
ya que Lodigiani viajaba asiduamente en ese transporte.
El sótano de la casa de Jaime se fue convirtiendo en un
sitio de referencia, ya que ahí se juntaban varios anarquistas platenses, que
además de reuniones conspirativas, también jugaban al ajedrez, comentaban
libros de Rudolf Rockker y escuchaban música. El célebre activista libertario
José Grunfeld, tío de Tito, solía dar charlas formativas a los que ahí se
reunían. Jorgito pasó sus primeros años de vida en ese clima, y tal vez esa fue
la matriz principal para llegar a ser ese primer violinista que tuvo el rock
argentino, en un tiempo donde éste era parte de la contracultura. Por
paradójico que resulte, don Jaime hubiera querido que Jorgito fuera un
violinista del estilo del célebre Yehudi Menuhin, quien a muy corta edad
parecía biológicamente dotado para ejecutar el instrumento de cuerdas. Jorgito
daba la sensación de seguir el mismo camino, ya que a los cuatro años, cuando
escuchaba los discos de música clásica de su padre, le preguntaba por un sonido
que se le recortaba en sus oídos de la totalidad, y eso coincidía con el sonido
del violín. “¿Papá qué es eso?”. y eso era el sonido del instrumento de cuerdas
del cual Jorgito sería un eximio ejecutante. Pero como el nene se había vuelto
insistente con esa pregunta, Tito, entusiasmado, se lo comentó a su otro tío,
el doctor Rafael Grinfeld (hermano de José Grunfeld, quienes por culpa del
registro civil tendrían en el apellido una vocal de diferencia). Rafael, además
de ser un investigador de talla en Física nuclear y haber traducido a Einstein
al castellano, era alguien bastante relacionado, y fue así que, además de
comprarle el violín a su sobrino nieto, contactó a Jaime con su amigo, el
maestro Humberto Carfi, para que le diera clases al niño.
El padre y su hijo de cinco años con instrumento nuevo
fueron a verlo a Carfi. Lo primero que le pidió el maestro al niño fue que
tomara el violín y lo colocara como si fuera a tocar. Al verlo, no dudó un
segundo, asegurándole a Jaime que su hijo tenía condiciones para ser un gran
violinista, y que él le iría a dar clases preparatorias para que Jorge
ingresara al Conservatorio Provincial.
A los 13 años, cuando Alberto Ginastera era director del
Conservatorio, Jorge egresaría realizando una presentación en el aula magna del
Colegio Nacional, formando un trío junto a Alberto Portugheis en piano y
Alberto Lysy en viola. Escribir sobre ellos llevaría un capítulo aparte ya que
estos dos platenses se convertirían con el tiempo en afamados músicos clásicos
de trascendencia internacional.
Pero el sueño de don Tito de que su hijo mayor fuera un gran
violinista clásico, de a poco comenzó a desvanecerse. Con apenas 14 años Jorge
iniciaría una deriva musical, que más de diez años después lo ligaría al
incipiente rock argentino, cuando iría a encontrase con La Cofradía de la Flor Solar y un extraño
violín hecho de metal con forma de ballesta.
Pinchevsky se sumaría a la orquesta típica del pianista
Horacio del Bueno, y recorrería varias localidades de la provincia durante los
bailes de carnaval. La relación de Jorge con el tango fue muy estrecha, e
incluso siguió cultivando la música ciudadana, hasta los últimos años de su
vida. Cuando en su exilio formara parte de Gong, una legendaria banda de jazz
rock progresivo anglofrancesa, en uno de los temas del disco Shamal realizado
en 1976 y que fuera producido por Nick Mason de Pink Floyd, Pin irrumpía con el
sonido del violín interpretando un tango bien canyengue y recitando en voz baja
sobre “el gato del arrabal que vio llegar a la morocha por el empedrado”.
Pero al tango también le sumó la formación de un dúo junto
al guitarrista Raúl Maure, con quien realizaban un extraño mix de estilos que
iban desde un folklore camelero, donde confluían la ranchera y el clásico
Pájaro Campana con música gitana, bolero, bossa nova, paso doble y las Sardas
de Monti. Con Maure tocaban en los cabarets, principalmente en Las Brujas de
Ensenada, y en el Première de Diagonal 80 y 115. También si alguien se los
encargaba eran capaces de arrimarse hasta algún balcón para tocar una serenata.
A don Jaime todo esto ya no le gustaba nada. Él, que había pretendido un hijo
que fuera como Yehudi Menuhin, y protestaba cuando le llegaba la cuenta de
teléfono y se enteraba así que Jorge llamaba a sus novias para darles largos
conciertos telefónicos. De todas formas, Tito le recomendó a su hijo que
cambiara su nombre por uno artístico para presentarse con el dúo. Pinchevsky
era un apellido muy ruso para eso, y así el nombre del violinista sería Jorge
Durán, y el dúo Durán-Maure.
Un amigo contó que, allá por el ’67, fue exclusivamente a
escuchar en el viejo cabaret de 7 y 32, más conocido como El Violín de Mi Tía,
a ese asombroso par de músicos mientras el resto de los parroquianos se
entretenían tomando whiscola junto a las coperas, sin prestarles demasiada
atención. Quien tuvo la suerte de poder escucharlos e incluso compartir la mesa
de aquel antro plagado por el humo del cigarrillo, recuerda haber disfrutado
junto a ellos de una botella de Bols, la afamada ginebra que “entona y sienta bien”,
según versaba la publicidad de la época.
Por la madrugada llegó la policía a pedir documentos y,
tremendo detalle, quien había ido a conocer la música del dúo era menor y
terminaría en un patrullero, deportado a su casa, previo paso por un juzgado de
menores, y ahí fue cuando apareció el gesto de Pinchevsky, al enterarse de la
situación. Se sentó al lado del muchacho y le dijo al uniformado: “Es mi primo,
por la madrugada sale para Chivilcoy, no tenía dónde pasar la noche y lo traje
conmigo. Yo me hago responsable...”. El policía los miró a los dos, y debiendo
haber pensado que era impropio quedar mal con un artista admirado por la
concurrencia, le dijo “está bien, pero no lo deje solo, no es ambiente para un
pibe...”.
La otra veta ya señalada de Pinchevsky fue la del tango, y
además de tocar con Del Bueno lo hizo con José Pepe Basso. En la escuela
musical que éste tenía en 2 y 44, Jorge enseñaba: teoría, solfeo, vocalización,
armonía y contrapunto. Mientras tanto también trabajaba como colectivero de la Línea 13, que era la que
unía a La Plata
con Ensenada.
La llegada del violinista al mundo del rock es la historia
más conocida, y por la cual se hizo conocido, a pesar de pasar sus últimos años
casi en el olvido.
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