3.27.2015

Contracultural

Siempre se dijo en este lugar, que el rock no es un género musical. Nada más lejana a nuestra concepción que una definición de ese estilo. La música que deriva principalmente del Blues y el Rhythm and Blues, fue promediando los ’60, tal vez una de las marcas principales y emergentes de una nueva forma de mirar al mundo. Tal vez no la única, pero sí una de las más sobresalientes, ya que se dio principalmente en el seno de los territorios en los cuales se concentraba el principal poder global. Gran parte de los jóvenes de entonces se convirtieron así en un borde muy concreto de cuestionamiento a  ese poder, principalmente en las formas en que éste somete culturalmente a las mayorías populares, imponiéndoles modalidades de consumo y formas de vida. El rock no fue (no debiera serlo) un simple género musical. Es una respuesta contracultural. Es un profundo cuestionamiento al orden instituido. En ello el rock en los ’60 se acercaba sinuosamente y tal vez sin saberlo a otras modalidades de transformación de la cultura dominante, como eran por entonces la Revolución Cultural en la República Popular China, y las diferentes expresiones (por ese entonces llamadas de protesta) que se daban en diversos puntos del planeta.

Nuestra intención es abordar todas esas expresiones no catalogadas dentro de lo musical, que fueron parte si no integral al menos contingente del movimiento de rock, como pueden haber sido los ilustradores del estilo Rodney Mathews  o escritores de ciencia ficción como Michael Moorcock. Es lo que viene en este sitio.

2.27.2015

Vida de topos. El laburo subterráneo.

Marx no escatimaba hacer referencia a alguna metáfora para dar cuenta de la realidad, ya sea aquella en la cual se van produciendo los cambios, como en la cual es posible volver a practicar concretamente la transformación. Una de las principales metáforas esbozadas por el genio de Tréveris fue la del viejo topo. Ese incansable y proletario roedor, es aquel que durante la mayor cantidad de su tiempo, trabaja subterráneamente para mover inquietantemente la tierra que está por encima. El trabajo del topo es sin duda gris, es una tarea sin reconocimientos más que la que podría devenir de un futuro en el cual se produjeron los cambios soñados. Pero habría coyunturas históricas en las cuales ese incansable topo, podría despertar y lograr una visibilidad inaudita. Esos son los tiempos de la Revolución. En un incomparable film como Novecento, el topo intenta salir de la tierra, pero se queda ahí. El fascismo estaba presente aún. El topo es la figura de ese elemento emergente -vaya a saber por qué causa-, de aquel que se pasa la vida bregando por transformar lo dado por algo que sea mejor no sólo para él sino para el resto, y no por una cuestión religiosa sino porque está convencido de que es así. Nada justifica eso sino esa actitud. Esa lucha…
En la historia de la lucha de clases proletaria, el topo es ese que labura sin descanso en lo gris de la cotidianeidad, e intenta transformar lo espontáneo. Ese topo no tiene lugar en la heroicidad burguesa, tampoco en la cristiana que convirtió al caído en hijo del creador. El topo es invisible, ya sea porque labura subterráneamente o porque se confunde con el conjunto.

En una letra de la banda de rock Divididos que lleva el nombre de Vida de Topos, aparece una reflexión que podría superar largamente la esbozada por los intelectuales que se refirieron a ello. Le dice ahí Ricardo Mollo al Topo que no despierte más, que su eternidad es no despertar, mejor dicho que su eternidad es ese trabajo de zapa subterráneo. Ese laburo que carcome las neuronas anquilosadas por el sentido común. El Topo no es más que ese Otro que nos recuerda que en la sociedad que vivimos hay algo que no funciona y que podemos cambiarlo. Nos lo recuerda mientras labura por abajo, sin que siquiera sepamos que ese roedor anda por ahí….

1.14.2015

Manal y un sueño premonitorio

Transcurría el año 1970. Quien escribe tenía por entonces entre  16 y 17 años, y ese sueño fue sin dudas una marca indeleble. Tal vez transcurrió,  después de haber visto en altas horas de la noche el programa del “Indio” Edgardo Suarez. Un programa que a los que éramos adolescentes por entonces nos marcaba fuerte. En la escena onírica quien relata se decía a sí mismo que ya no era más hincha de River, sino de Manal. En aquellos tiempos no existían las camisetas de las bandas, como ahora, como podrían haber sido  después las marcas de The Ramones  o The Clash. Aún el rock no se había futbolizado.  Tal vez era una premonición de lo que algunos años después sería el Rock.  Una marca similar a la de los tifosi o la de los hooligans. En aquel tiempo sobre eso no podía hablar ya que quien escribe se iba convirtiendo cada vez más en un militante de la revolución cultural maoísta., y el fútbol o el rock se convertían en elementos secundarios. Lo cierto es que Manal me decía que “No hay que viajar a Europa ni estudiar en la Universidad” y que la proletarización se convertía en un dogma.

Hoy después de muchos años creo que aún no pude despertar de ese sueño…