Con apenas 15 años Kubero, descubrió a Los Beatles y eso le cambió la cabeza. Al igual que su padre ambos tocaban la guitarra, pero de niño interpretaba folklore. En su ciudad natal: Nogoyá (Entre Ríos) Kubero se acopló junto a Morci Requena, y otros mayores que él, a un primigenio grupo que emulaban a los de la Caverna de Liverpool. Los Grillos tenían todo el sello de la beatlemanía: trajecitos, flequillos, etc. Pero duró poco, ya que tanto Morci como los demás integrantes se vinieron para La Plata a estudiar en la Universidad. Kubero se quedó en Nogoyá, pero en poco tiempo también decidió probar suerte en la ciudad de las diagonales.
En La Plata se radicó en la casa tomada que la comunitaria Cofradía de la Flor Solar tenía, pero Kubero a diferencia del resto no vino a estudiar. En la terraza, tomaba mate y tocaba la guitarra todo el día, y fue ahí donde compuso muchos de los temas que luego la banda emergente de la comunidad realizaría. Luego consiguió trabajar como músico en una boite, cosa que le alivió la situación, ya que como el mismo contó alguna vez, sólo comía pan duro. Por no ser estudiante tampoco podía ir al comedor universitario.
Kubero sería el guitarrista, vocalista y principal compositor de la Cofradía de la Flor Solar, aquella legendaria y mítica agrupación platense enrolada en los sonidos del rock y la psicodelia.
Luego junto a otros cofrades como Jorge Pinchevsky e Isa Portugheis, formaría parte de la Pesada del Rock, liderada por Billy Bond. Con esta formación grabaría su disco: Kubero y la Pesada en 1973.
Luego el exilio en Ibiza, donde Kubero tocaría junto a Miguel Abuelo, Miguel Cantilo, y otros músicos en variados proyectos.
En 1986 Kubero regresaría al país para ser parte de la última formación de Los Abuelos de la Nada, y su amigo Miguel, le dedicaría el tema: Los días de Kubero Díaz, donde entre otras cosas Abuelo decía: “Mi entrerrianito, luz, cruz en vida. Largá un poquito de melodía”