Después de más de 40 años
volví a ver Vargtimmen (La hora del lobo), una película de excepción del
notable cineasta sueco Ingmar Bergman. Una verdadera obra de culto, que en
aquel tiempo pude verla en el viejo cine Cervantes, de la calle 51 e/11 y 12.
Viene a cuento porque fuimos junto a un compañero del Colegio Nacional,
Fernando San Andrés quien además de saber mucho sobre cine y literatura, era un
gran coleccionista de discos de rock. Gracias a él con apenas 14 años uno ya
conocía bandas inglesas desconocidas, como The Dave Clark Five o bandas suecas
como Ola & The Janglers. Aún no había desembarcado por esta parte del
planeta ni el hard rock, ni el rock progresivo, que serían las marcas
ineludibles de los primeros años setenta.
Desde una visión
estrictamente reducida podría verse al fenómeno del rock solamente como un
simple género musical, pero en aquel tiempo iba de la mano de diversas
expresiones estéticas de vanguardia, y ser un adicto a esa nueva cultura
emergente implicaba no solamente tocar un instrumento, sino ser parte de otras
formas, tales como escribir en ciertas publicaciones underground, organizar recitales, y sobre todo coleccionar discos,
que luego se intercambiaban con los pares, ya que uno solo no podía tener todo,
y ya era cada vez más lo que había para escuchar. Un precursor como Carlos
Mariño organizaba reuniones para deleitarse con discos importados, los cuales
eran bastante difíciles conseguir, y de esta forma se podía escuchar los largas
duración de Procol Harum o la primigenia discografía de Deep Purple.
Cuando comienzan las
revistas especializadas como Pinup o Pelo, uno iba a descubrir una cantidad de
grupos extranjeros que por acá ni siquiera habían sido nombrados.
El que escribe también fue
un coleccionista, y de esos que por largas horas se ponían a buscar en la
disquería. Debiera haber sido por el ’71 cuando en un negocio próximo a la
estación de trenes apareció un LP de Eric Burdon & The Animals grabado en
vivo en 1965, una verdadera joya que estaba en oferta. Sin dudar un segundo la
obra fue comprada, y presta para ser compartida. Todo esto también era parte de
la cultura del rock.